Cuando Dios Responde Claramente

Un Tiempo de Búsqueda

A principios del año 2003, inicié un período intenso de oración y búsqueda espiritual. Sentía una profunda necesidad de recibir dirección divina para mi vida. Compartía habitación con mi hermano menor y, cada noche, esperaba pacientemente que él se durmiera para derramar mi corazón ante Dios en la privacidad del silencio.

Mi familia atravesaba una situación caótica que parecía imposible de resolver. La iglesia que frecuentábamos también pasaba por serias dificultades internas debido a una crisis de liderazgo. Todo a mi alrededor se veía oscuro y sin una salida aparente. Decidí entonces comprometerme con un periodo de tres meses de oración ferviente, presentando diariamente una petición sencilla pero llena de anhelo:

«Dios, solo quiero ser usado por ti. Quiero saber que escuchas mis oraciones. Por favor, haz algo, ayuda a mi familia y úsame; solo quiero servirte.»

Un Encuentro Inesperado

Dos años antes, en 2001, había escuchado brevemente sobre un hombre llamado Bill Hamon durante una entrevista con el Pastor Benny Hinn. Aunque solo recordaba su manera rápida de hablar, algo en sus palabras sobre «el mover de los santos» había resonado profundamente en mi alma.

Fue una sorpresa cuando en 2003 nuestra iglesia anunció la llegada de un grupo de profetas, discípulos precisamente del Obispo Bill Hamon. Venían para entrenarnos en escuchar la voz de Dios. Con curiosidad y esperanza, me inscribí y asistí al seminario que se llevó a cabo en junio de ese mismo año.

Aunque no recuerdo con detalle las enseñanzas específicas de aquel evento, jamás olvidaré lo que sucedió cuando uno de los profetas comenzó a ministrarme personalmente. Con lágrimas incontenibles, escuché cómo este hombre describía mi vida con precisión sorprendente. Entonces, inesperadamente, se detuvo y dijo:

«Hermano, voy a detenerme porque te veo postrado, apuntando con tu dedo hacia Dios mientras le dices: ‘Dios, solo quiero ser usado por ti. Quiero saber que escuchas mis oraciones. Por favor, haz algo, ayuda a mi familia y úsame; solo quiero servirte’. El Señor te dice hoy: ‘Hijo, detente, yo he escuchado tus oraciones’.»

Claridad y Confirmación

En ese momento, cualquier duda sobre si Dios realmente escuchaba mis oraciones desapareció por completo. Entendí claramente que Él no solo escuchaba mi clamor, sino que también deseaba utilizarme. Sin embargo, también comprendí que necesitaba aprender a guardar silencio en Su presencia para escucharlo con claridad.

Desde entonces, he vivido con la certeza de que nuestras oraciones, incluso en las circunstancias más imposibles, jamás pasan desapercibidas para Dios. Él siempre está atento, responde con claridad, y continuamente nos invita a acercarnos en humildad y confianza para escuchar Su voz.

Un Momento para Escuchar

Quizá tú también te encuentras hoy en un momento de intensa búsqueda espiritual. Tal vez todo a tu alrededor parezca imposible, o la comunidad en la que has confiado durante años atraviese tiempos difíciles. Quiero recordarte con seguridad que Dios escucha tu clamor. Este es el momento ideal para guardar silencio y permitir que Él te proporcione la dirección que necesitas.

Recuerdo vividamente cómo la profecía personal que recibí incluyó instrucciones específicas que inicialmente no entendí por completo, pero que poco a poco cobraron sentido y me llevaron claramente hacia la guía divina.

Ahora mismo, detente un momento. Toma lápiz y papel y escribe en la parte superior «Hijo…» si eres hombre o «Hija…» si eres mujer. Guarda silencio y, desde lo profundo de tu corazón, dile a Dios:

«Me entrego completamente, hago silencio para escuchar tu voz. Confío en tu Palabra que afirma que eres un Padre bueno y que no me darás serpiente o piedra. Creo firmemente que me hablarás ahora mismo.»

Mantén el silencio por un momento y escribe aquello que sientas, veas o lo que Dios traiga claramente a tu mente.

Edgar Iraheta

Edgar Iraheta

Edgar Iraheta es maestro profético y Administrador de Christian International Global en Español. Ha sido parte de la familia de CI por más de 20 años. Ha viajado entrenando y equipando a los santos para escuchar la voz de Dios, trayendo reforma al movimiento profético en toda América Latina. Vive en Freeport, Florida, junto a su amada esposa, Victoria, y sus cuatro hijos.