La historia del Dr. Bill Hamon

DR. BILL HAMON El Dr. Bill Hamon es el fundador de Christian International Ministries. Profeta durante más de 60 años, ha profetizado a más de 75,000 personas y ha brindado capacitación a más de 500,000 en el ministerio profético. Ha escrito siete libros principales,...
Cuando Dios Responde Claramente

Cuando Dios Responde Claramente

Un Tiempo de Búsqueda

A principios del año 2003, inicié un período intenso de oración y búsqueda espiritual. Sentía una profunda necesidad de recibir dirección divina para mi vida. Compartía habitación con mi hermano menor y, cada noche, esperaba pacientemente que él se durmiera para derramar mi corazón ante Dios en la privacidad del silencio.

Mi familia atravesaba una situación caótica que parecía imposible de resolver. La iglesia que frecuentábamos también pasaba por serias dificultades internas debido a una crisis de liderazgo. Todo a mi alrededor se veía oscuro y sin una salida aparente. Decidí entonces comprometerme con un periodo de tres meses de oración ferviente, presentando diariamente una petición sencilla pero llena de anhelo:

«Dios, solo quiero ser usado por ti. Quiero saber que escuchas mis oraciones. Por favor, haz algo, ayuda a mi familia y úsame; solo quiero servirte.»

Un Encuentro Inesperado

Dos años antes, en 2001, había escuchado brevemente sobre un hombre llamado Bill Hamon durante una entrevista con el Pastor Benny Hinn. Aunque solo recordaba su manera rápida de hablar, algo en sus palabras sobre «el mover de los santos» había resonado profundamente en mi alma.

Fue una sorpresa cuando en 2003 nuestra iglesia anunció la llegada de un grupo de profetas, discípulos precisamente del Obispo Bill Hamon. Venían para entrenarnos en escuchar la voz de Dios. Con curiosidad y esperanza, me inscribí y asistí al seminario que se llevó a cabo en junio de ese mismo año.

Aunque no recuerdo con detalle las enseñanzas específicas de aquel evento, jamás olvidaré lo que sucedió cuando uno de los profetas comenzó a ministrarme personalmente. Con lágrimas incontenibles, escuché cómo este hombre describía mi vida con precisión sorprendente. Entonces, inesperadamente, se detuvo y dijo:

«Hermano, voy a detenerme porque te veo postrado, apuntando con tu dedo hacia Dios mientras le dices: ‘Dios, solo quiero ser usado por ti. Quiero saber que escuchas mis oraciones. Por favor, haz algo, ayuda a mi familia y úsame; solo quiero servirte’. El Señor te dice hoy: ‘Hijo, detente, yo he escuchado tus oraciones’.»

Claridad y Confirmación

En ese momento, cualquier duda sobre si Dios realmente escuchaba mis oraciones desapareció por completo. Entendí claramente que Él no solo escuchaba mi clamor, sino que también deseaba utilizarme. Sin embargo, también comprendí que necesitaba aprender a guardar silencio en Su presencia para escucharlo con claridad.

Desde entonces, he vivido con la certeza de que nuestras oraciones, incluso en las circunstancias más imposibles, jamás pasan desapercibidas para Dios. Él siempre está atento, responde con claridad, y continuamente nos invita a acercarnos en humildad y confianza para escuchar Su voz.

Un Momento para Escuchar

Quizá tú también te encuentras hoy en un momento de intensa búsqueda espiritual. Tal vez todo a tu alrededor parezca imposible, o la comunidad en la que has confiado durante años atraviese tiempos difíciles. Quiero recordarte con seguridad que Dios escucha tu clamor. Este es el momento ideal para guardar silencio y permitir que Él te proporcione la dirección que necesitas.

Recuerdo vividamente cómo la profecía personal que recibí incluyó instrucciones específicas que inicialmente no entendí por completo, pero que poco a poco cobraron sentido y me llevaron claramente hacia la guía divina.

Ahora mismo, detente un momento. Toma lápiz y papel y escribe en la parte superior «Hijo…» si eres hombre o «Hija…» si eres mujer. Guarda silencio y, desde lo profundo de tu corazón, dile a Dios:

«Me entrego completamente, hago silencio para escuchar tu voz. Confío en tu Palabra que afirma que eres un Padre bueno y que no me darás serpiente o piedra. Creo firmemente que me hablarás ahora mismo.»

Mantén el silencio por un momento y escribe aquello que sientas, veas o lo que Dios traiga claramente a tu mente.

Encontrando Nuestra Verdadera Identidad en Cristo

Encontrando Nuestra Verdadera Identidad en Cristo

En el mundo actual, la identidad es un tema central en nuestras conversaciones cotidianas. Las personas a menudo se preguntan: «¿Con qué te identificas?» o «¿Dónde encuentras tu identidad?» Este concepto influye profundamente en cómo nos percibimos y cómo interactuamos con nuestro entorno.

¿Qué es la Identidad?

El diccionario define la identidad como «el carácter distintivo o la personalidad de un individuo». No obstante, para los cristianos, nuestra identidad no depende de definiciones terrenales, sino que está firmemente arraigada en Cristo. Constantemente somos transformados para reflejar Su imagen y semejanza (2 Corintios 3:18).

¿Dónde Encontramos Nuestro Valor?

Es natural buscar comodidad y seguridad en los roles que desempeñamos. Personalmente, he encontrado gran alegría y propósito siendo madre y abuela. Mi familia—mis padres, hermanos, hijos y nietos—ha sido una fuente importante de estabilidad y fortaleza en mi vida.

Sin embargo, Jesús nos da una advertencia clara en Mateo 10:37:

«El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí.»

Esto no significa que debamos amar menos a nuestras familias, sino que nuestro valor, seguridad y confianza definitivos deben provenir únicamente de Cristo.

Identidad Basada en el Fruto del Espíritu

Nuestro carácter e identidad como creyentes deben reflejar el fruto del Espíritu:

«Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley.» (Gálatas 5:22-23)

Muchas personas buscan su identidad en la riqueza, el éxito o el reconocimiento. Otros basan su valor en títulos y posiciones—ya sea en el ministerio o en el ámbito corporativo. Pero ser pastor, evangelista, maestro, profeta o apóstol no constituye nuestra identidad; es un llamado. Estas son responsabilidades otorgadas por Dios para perfeccionar y equipar a los creyentes para la obra del ministerio (Efesios 4:11-12).

De la misma manera, cargos como director ejecutivo, gerente, supervisor o líder pueden ser bendiciones. No obstante, si colocamos nuestra seguridad en ascensos, éxito financiero o reconocimiento público, siempre estaremos insatisfechos. En cambio, somos llamados a realizar cada tarea con dedicación al Señor:

«Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.» (Colosenses 3:23)

Un Testimonio de Identidad Verdadera

Mi padre, el Obispo Bill Hamon, entregó su vida a Jesús en una humilde reunión bajo una enramada, junto a unos pocos adolescentes, en un campo abierto en Oklahoma. Probablemente, la mujer que ministró aquella noche nunca supo el impacto que tuvo su obediencia. Si su identidad hubiera dependido del tamaño de la audiencia, el apoyo financiero o el reconocimiento público, podría haberse sentido fracasada.

Sin embargo, como su identidad estaba en Cristo, su valor provenía de Su gracia y misericordia. Al final, su recompensa celestial será tan grande como la de mi padre, porque ella fue fiel a su llamado. Esta es la esencia de encontrar nuestra realización en Dios y no en los logros terrenales.

Nunca sabes si esa única persona a la que hablas y ayudas cambiará miles de vidas. Dios nos llama a la obediencia tanto en lo pequeño como en lo grande. Esa obediencia moldea nuestro carácter e identidad.

El Peligro de una Identidad Equivocada

Cuando colocamos nuestra identidad en personas, fama, fortuna o posesiones materiales—incluso en nuestra familia o mentores—inevitablemente enfrentaremos decepciones. Estas cosas son temporales, pero nuestra identidad en Cristo es eterna.

Mi Verdadera Identidad

Al final del día, me identifico como cristiana: una persona en proceso de transformación a la imagen y semejanza de Cristo. De gloria en gloria, deseo reflejar Su carácter mediante el fruto del Espíritu en mi vida.

Que todos encontremos nuestra verdadera identidad, valor, seguridad y propósito únicamente en Él.

El Niño Ignorado: Un Patrón Bíblico de Destino Oculto

El Niño Ignorado: Un Patrón Bíblico de Destino Oculto

Recientemente asistí a una celebración en honor a mi papá, el Obispo Hamon, por sus 70 años de ministerio y 90 años de vida. Durante ese tiempo, tuve un raro momento a solas con Gordon Robertson, algo inusual ya que normalmente no soy quien recibe a los oradores invitados. Mientras hablábamos, Gordon comentó: “Oh, tú eres el hijo perdido.” Esta afirmación se quedó conmigo y, al orar por su significado, sentí que Dios me daba una comprensión más profunda.

A lo largo de la Biblia, hay numerosos relatos de hijos que parecían ser olvidados o pasados por alto, pero que más tarde emergieron como figuras centrales en el plan de Dios. Estas historias revelan que, incluso cuando alguien es excluido, rechazado o subestimado, su destino a menudo es mucho mayor de lo que otros pueden percibir. Dos de los ejemplos más notables son David, el pastor que se convertiría en rey, y José, vendido como esclavo por sus hermanos, pero destinado a salvarlos. Estas narrativas siguen un patrón divino donde Dios hace surgir grandeza desde la oscuridad. Exploremos estas y otras historias bíblicas de “hijos perdidos” que luego cumplieron sus destinos dados por Dios.

David: El Pastor Ignorado Que Se Convertiría en Rey

La historia de David es un ejemplo clásico de alguien inicialmente desechado. Cuando el profeta Samuel llegó para ungir a uno de los hijos de Isaí como el próximo rey de Israel, ni siquiera invitaron a David a la reunión. Su padre presentó a sus siete hijos mayores ante Samuel, asumiendo que uno de ellos sería elegido. Pero ninguno era la elección de Dios.

Samuel entonces preguntó: “¿Están aquí todos tus hijos?” Solo entonces Isaí mencionó a David, el menor, que estaba cuidando ovejas (1 Samuel 16:11). Traído del campo, David fue inesperadamente ungido como el futuro rey de Israel. Aunque su familia lo pasó por alto, Dios no lo olvidó.

La unción de David nos habla de una verdad profunda: Dios ve potencial donde otros no lo ven. Aunque era el menor y el candidato menos probable, David llegó a derrotar a Goliat, unificar a Israel y establecer una línea real que llevaría hasta Jesús. Su historia es un poderoso recordatorio de que los planes de Dios a menudo desafían las expectativas humanas.

José: El Hermano Olvidado Que Se Convertiría en Salvador

Otro ejemplo poderoso es José, el hijo preferido de Jacob. Sus hermanos, celosos del amor de su padre hacia él, vendieron a José como esclavo y llevaron a Jacob a creer que estaba muerto. Durante años, José estuvo “ausente” en la vida de su familia, soportando penurias como esclavo y luego como prisionero en Egipto.

Sin embargo, como José le dijo más tarde a sus hermanos: “Lo que ustedes intentaron para mal, Dios lo transformó en bien” (Génesis 50:20). Con el tiempo, José ascendió a ser el segundo al mando en Egipto, supervisando los recursos de la nación durante una gran hambruna. Cuando sus hermanos llegaron a Egipto en busca de alimentos, no reconocieron al hermano al que una vez traicionaron. Pero José, lleno de misericordia, eligió el perdón en lugar de la venganza, salvando finalmente a su familia y siendo restaurado a ellos.

La historia de José es un testimonio de la providencia divina. Aunque fue abandonado por su familia, Dios tenía un propósito mayor para él. Su camino nos muestra que, incluso en los momentos más oscuros, el plan de Dios sigue desarrollándose, a menudo oculto hasta el tiempo designado.

Moisés: El Niño Oculto Que Se Convertiría en Libertador

Moisés también fue un niño “perdido,” aunque de una manera diferente. Nacido en tiempos de la orden de Faraón de matar a todos los bebés hebreos varones, la madre de Moisés lo ocultó todo lo que pudo. Eventualmente, lo puso en una cesta y lo dejó a la deriva en el Nilo, donde fue encontrado y criado por la hija de Faraón.

Aunque Moisés creció lejos de su pueblo, Dios más tarde lo llamaría de regreso para liberar a los israelitas de la esclavitud en Egipto. Desde la zarza ardiente, Dios comisionó a Moisés para enfrentar al Faraón y guiar a Su pueblo hacia la libertad. Al igual que David y José, el alejamiento temprano de Moisés de su familia no impidió que jugara un papel crucial en el plan redentor de Dios.

Jefté: El Hijo Rechazado Que Se Convertiría en Líder

La historia de Jefté, encontrada en Jueces 11, es otro ejemplo de un hijo rechazado por su familia, solo para ser llamado de regreso para un propósito mayor. Nacido de una prostituta, Jefté fue expulsado por sus medios hermanos, quienes se negaron a compartir su herencia con él. En el exilio, Jefté se convirtió en líder de una banda de proscritos.

Cuando Israel enfrentó opresión por parte de los amonitas, los ancianos buscaron la ayuda de Jefté. A pesar de su rechazo inicial, Jefté regresó y guió a Israel a la victoria, convirtiéndose en uno de los jueces que gobernó la nación en aquel tiempo.

Samuel: El Niño Dedicado y Llamado por Dios

La historia de Samuel es única en el sentido de que él no estaba físicamente “ausente,” pero su destino fue pasado por alto por otros. Dedicado al Señor por su madre, Ana, Samuel creció bajo el cuidado del sacerdote Elí. Aunque vivía en el templo, el llamado profético de Samuel no fue reconocido de inmediato.

Una noche, Dios llamó a Samuel mientras dormía. Después de varios intentos fallidos de entender la fuente de la voz, Elí se dio cuenta de que era el Señor. Desde ese momento, Samuel se convirtió en un profeta clave, ungiendo a Saúl y luego a David como reyes. La vida de Samuel ilustra que, incluso cuando otros no ven nuestro potencial, el llamado de Dios sigue siendo verdadero.

Conclusión: El Patrón Divino de la Restauración

Estas historias bíblicas revelan un tema recurrente de hijos que fueron pasados por alto, rechazados o olvidados, solo para ser restaurados y llamados a un propósito superior. David fue dejado en el campo, José fue vendido como esclavo, Moisés fue oculto, Jefté fue expulsado y Samuel fue inicialmente ignorado. Sin embargo, en cada caso, Dios orquestó su regreso al frente para cumplir sus destinos.

Estas historias nos recuerdan que el tiempo y los planes de Dios a menudo trascienden nuestra comprensión. Incluso cuando nos sentimos pasados por alto o insignificantes, podemos confiar en que Dios nos ve y tiene un propósito para nuestras vidas. El “hijo perdido” puede estar fuera de la vista por un tiempo, pero a los ojos de Dios, nunca es verdaderamente olvidado. Cuando llegue el momento, serán llamados para cumplir su destino.